A pesar de que se indica que son biodegradables, el lapso es mayor al que dista entre el inodoro y la depuradora.

El Canal de Isabel II ha retirado de sus depuradoras 34.000 toneladas de residuos sólidos a lo largo de este año, unos residuos que suponen un sobrecoste para la empresa pública de unos dos millones de euros anuales, ha informado el Gobierno regional en una nota de prensa.

Se trata de elementos que en ningún caso deberían circular por la red de saneamiento: además de las conocidas toallitas húmedas, hasta las 157 estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) que Canal opera en la Comunidad de Madrid llegan diariamente productos que se tiran al inodoro, como bastoncillos, artículos de higiene femenina o incluso el propio pelo, “que no solo suponen un grave problema operativo y económico, sino que también pueden causar importantes daños medioambientales”.

 

 

En concreto, hasta septiembre, se han retirado cerca de 22.000 toneladas de detritus de las 157 instalaciones de depuración de la empresa pública, y la previsión es finalizar este año con 29.000 toneladas. Una cifra inferior a la registrada en 2018, cuando se recogieron 34.000 toneladas de estos residuos. Se estima cada habitante en España arroja al inodoro una media de 10 kilos de estos desperdicios, entre los que se incluyen medicinas o productos químicos, que terminan saliendo por las depuradoras

La sociedad gasta “entre 4 y 6 euros por habitante al año” en la retirada de estos residuos, lo que en una depuradora como la de aguas residuales (EDAR) de Arroyo Culebro, en la carretera de Pinto a Fuenlabrada, supone un gasto anual de entre 4 y 6 millones de euros.

Por ello, y con motivo del Día Mundial del Retrete, instaurado por la ONU en 2013 y que pretende poner en valor la importancia de las redes de saneamiento en el cuidado del medio ambiente y en la contención de enfermedades, Canal ha acogido en su depuradora Arroyo Culebro Cuenca Media-Alta el acto en el que la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) ha presentado la campaña “No alimentes al monstruo de las cloacas”.

El presidente de AEAS, Fernando Morcillo, ha podido comprobar cómo se eliminan estos residuos, en la fase de pretratamiento, y los problemas que generan en la maquinaria de la instalación. En su visita han estado acompañados por técnicos del Canal y representantes de algunas de las empresas adheridas a la campaña de sensibilización promovida por AEAS.

 

 

Más de 120 entidades han firmado la declaración de adhesión a esta campaña de sensibilización, impulsada y promovida por el sector del agua urbana, que pretende evitar los problemas medioambientales y económicos provocados por obstrucciones y daños en hogares, redes de alcantarillado, equipos de bombeo y estaciones depuradoras.

Un problema económico y medioambiental

En el verano de 2016, y tras comprobar que desde 2010 se había producido un incremento del 20% en la recogida de estos residuos, Canal de Isabel II lanzó una campaña informativa con la que trataba de concienciar a los ciudadanos para que evitasen realizar estos vertidos en los inodoros de sus casas, y, en su lugar, los depositasen en la basura.

El viaje que emprende una toallita, junto al resto de residuos, cuando es arrojada por el inodoro, la lleva a pasar por las tuberías interiores de las viviendas, donde se pueden producir atascos, sobre todo si también se vierten aceites y otros elementos que contribuyen a que se formen acumulaciones de mayor volumen.

Posteriormente, discurren por la red de alcantarillado y las instalaciones de bombeo de aguas residuales para llegar, finalmente, a las depuradoras.

A pesar de que se indica que son biodegradables, el lapso que transcurre entre que se tira la toallita por el inodoro y ésta llega a la red de alcantarillado y a la propia depuradora no es suficiente para que se deshaga, por lo que se acumulan en las rejas de llegada a las EDAR y en las bombas, especialmente en época de lluvias. Desde allí, estos residuos, una vez retirados, se llevan a los vertederos.

 

 

Este hábito puede llegar a serios daños no solo en instalaciones interiores y en infraestructuras hidráulicas, sino, por supuesto, en el medio ambiente, ya que las bombas que impulsan el agua residual dentro de las depuradoras pueden dejar de funcionar y, en un caso extremo, la planta podría llegar a quedar, incluso, inoperativa.

Por último, los operarios que trabajan en estas instalaciones y en las redes de saneamiento se ven sometidos a riesgos laborales importantes cuando tienen que desatascar conducciones, bombas u otros elementos.

Así pues, Canal de Isabel II ha cuantificado en una cifra media anual de 2 millones de euros el sobrecoste que suponen estos vertidos a la red de saneamiento.

Este importe incluye los costes de retirada de estos residuos, los costes extra de mano de obra para la limpieza de las bombas, la reposición de las que quedan inoperativas y el incremento en la factura energética.